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EL ÚLTIMO LUGAR DE LA ESPERANZA (2021)

No puedo decir con exactitud cuándo perdí la escasa esperanza que alguna vez tuve, tampoco podría decir dónde la perdí, ni cómo; solamente sé que una mañana de febrero me miré al espejo exactamente de la misma forma que lo había hecho cada mañana anterior a ésa, esperando encontrar un reflejo familiar y cotidiano, cuando, de la nada encontré frente a mí a un ser gris y desconocido. Alguien que, de improviso dejó de percibir los detalles que hacían al mundo un lugar maravilloso, que ahora desconocía la extraordinaria emoción que invadía a su interior al escuchar su música favorita o al sostener una cámara. Toda esa clase de trivialidades que la hacían feliz dejaron de tener sentido.

Por ello, durante el mes de marzo, cómo forma de resistencia me propuse salir en busca de la esperanza y junto con mi investigación, realicé una bitácora diaria sobre mi experiencia acompañada de mosaicos instantáneos que muestran la vida del parque El Trébol, el último lugar donde recuerdo haberme sentido libre.

Al empezar a observarlo con mayor detenimiento, me percaté de que, tanto el parque como yo, ya no lucíamos como recordaba: estábamos secos, sucios y descuidados. No obstante, a pesar de ello continué indagando el paradero de la esperanza, deseando diariamente encontrarla.

Sin embargo, a pesar de no desistir directamente de mi propósito, los días comenzaron a volverse más densos, las palabras más complejas de escribir y las imágenes más difíciles de captar: el parque comenzó a verse más desolado que antes, el pasto se tornaba más amarillo muerte y aunque había algunas plantas que parecían tener la intención de florecer, mis ojos solamente podían ver a aquellas que sabían que no estarían aquí para gozar de la siguiente primavera.

Súbitamente, la esencia del reflejo de aquella extraña se extendió también al mundo exterior y dejé de reconocerlo.

Dejé de buscar.

Fotografía instantánea en collage.

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